
Proyecto Squatters es un colectivo de contra-publicidad conformado por artistas, psicólogos, comunicadores y docentes, nacido en el año 2008 en la Ciudad de Buenos Aires.
Hoy, 10 años después y luego de algunos altibajos usuales en la autogestión, continúan con el activismo contra-publicitario en espacios públicos, en espacios de la comunidad y en redes sociales. Además desarrollan un proyecto educativo en escuelas primarias y secundarias. A través de sus acciones buscan construir una mirada crítica sobre la sociedad de consumo y generar herramientas creativas para responder al “monólogo corporativo” o “monólogo del poder”.
Con respecto a la entrevista que realicé a Julián, uno de los fundadores e impulsores de Proyecto Squatters, debió ser a través de Skype ya que se mudó recientemente a un pequeño pueblo cerca de Bariloche. Tuvo que caminar 2km para llegar a un bar con Internet. ¿Casualidad? Sin duda es menor el ataque publicitario fuera de las grandes ciudades, aunque no creo que pueda ser nulo.
¿Cómo fueron los inicios del proyecto? ¿Con qué perspectiva lo encararon y con qué objetivos?
El proyecto comenzó en el año 2008 en la Ciudad de Buenos Aires, de una manera bastante rudimentaria. Lo inauguré yo a través de la creación de un Blog que todavía se sigue actualizando. Después se fue ampliando a otras redes y creció la cantidad de personas que se fueron involucrando con la propuesta. En principio el blog empezó trasmitiendo lo que era la idea de contra-publicidad, un movimiento que había conocido viviendo un par de años en Europa. Cuando volví traté de buscar colectivos que trabajaran de esta manera y no los encontré. Tenía la idea de poder armar un movimiento que tenga el punto de vista Latinoamericano y particularmente Argentino.
Empezamos a incorporar la cuestión estética como un medio para un fin, no como un fin en sí mismo
La perspectiva y los objetivos fueron cambiando a lo largo del tiempo. En un principio la idea era bien orientada a lo que es el activismo, poder responder al discurso de la publicidad en la calle. No involucraba tanto la cuestión estética, sino poder transformar los anuncios, cambiarle las letras, cambiarle los elementos para transformar los mensajes o denunciar aquellas cosas que las publicidades ocultan. Después se fue acercando gente vinculada a la expresión artística, al arte urbano y fueron agregando elementos artísticos a las salidas. Eso hacía que tenga más visibilidad a nivel social y a nivel de las redes sociales. Empezamos a incorporar la cuestión estética como un medio para un fin, no como un fin en sí mismo.
No son intervenciones muy complejas, no usamos materiales costosos ni nada, sino los materiales que tenemos a mano y que cualquiera puede tener a disposición. Empezamos mostrando lo que hacíamos en la calle para que lo vean las demás personas y sientan que ellos también podían hacerlo, ¿no? Ese siempre fue el mensaje. Desde un comienzo incitábamos a que lo hiciera cada uno en su barrio, que se juntaran con amigos o que salieran solos, que agarren los materiales que tuvieran a mano para ir a contestar a lo que llamamos “el monólogo corporativo”. Entonces nos fueron llegando intervenciones de distintas partes del país, incluso de distintas partes de Latinoamérica. Así fuimos compartiendo también acciones que se hacían en otros lados, armando una especie de red. Desde el 2016 estamos conectados con una red a nivel global que se llama “Subvertisers International” (Contrapublicitarios Internacionales), que está nucleada en Europa. Tenemos un manifiesto, una política de acción en común, para darle una sensación de fortaleza colectiva y que no estamos solos, aislados y fragmentados por el mundo. Desde hace un par de años existe esta organización, no que nos nuclea, pero sí que nos mantiene conectados para conocer las experiencias que se hacen en los distintos países.
Cualquier cosa que nos parece que haya que cuestionar, lo hacemos con total libertad porque no dependemos de nadie
Con respecto a la sustentabilidad del proyecto, entiendo que es un activismo político y que en ese sentido se puede complicar el financiamiento del mismo. ¿Cuál es su manera de sustentarse y sostenerse en el tiempo?
La verdad es que las actividades que hacemos desde Squatters siempre fueron abiertas, libres y gratuitas. Cuando salimos a intervenir cada uno trae sus materiales, no ponemos materiales para todos. Y después es mucho trabajo a voluntad: mantener las redes sociales, los proyectos. Nos hemos postulado a pedidos de recursos para organizaciones, pero no tuvimos suerte. Aplicamos para una organización de Holanda que daba fondos para proyectos de activismo en distintas partes del mundo, pero finalmente no salió. Es difícil desde el lugar en el que estamos y el encuadre que tenemos, que es decididamente cuestionador de las lógicas del capitalismo, obtener fondos. Como hacemos esto sin ningún fin de lucro no nos importa nada. No nos importa si hay que darle a uno o a otro. Cualquier cosa que nos parece que haya que cuestionar, lo hacemos con total libertad porque no dependemos de nadie. Eso tiene sus consecuencias también.
Luego de algunos altibajos, que son muy comunes en la autogestión, vi que hicieron un fuerte reinicio de la actividad con nueva página de facebook, talleres de contra-publicidad, nuevas convocatorias… ¿A qué se debe este envión y qué actividades están llevando adelante?
A lo largo de estos años hubo momentos de mas quietud y otros de volver con el impulso. Ahora estoy recién llegado a Bariloche, estamos incluso alejados de la ciudad, en medio del campo, y tengo más tiempo que quiero dedicarle a esto… Quedó gente en Buenos Aires que son como células semi-activas. Si aparece alguna propuesta o proyecto pueden sumarse. De hecho ahora están a punto de hacer unos talleres en El Museo del Hambre. Proyectaron también talleres en varias escuelas y otras actividades más.
Por acá lo que me interesa a mí es expandir el proyecto en dos aspectos: el proyecto contra-publicitario y por otro lado estoy tratando de hacer lo que en este momento más me interesa que es la parte educativa. El proyecto Squatters lo organizamos con algunos docentes, artistas y psicólogos (yo soy psicólogo), para desarrollar un proyecto educativo que pueda llevar toda esta idea de la contra-publicidad a las escuelas. Hace varios años que estamos haciendo talleres en escuelas primarias y secundarias. Son talleres de lo que llamamos “alfabetización mediática y publicitaria”, esto es aprender junto a los chicos a analizar críticamente los textos mediáticos: publicidades, videoclips, toda la información que reciben a través de las pantallas. Y también cómo manejar creativamente esos textos, cómo poder intervenirlos, modificarlos y crear ellos mismos textos que representen su propia voz. Me parece esencial poder llevar esto a las aulas porque es un espacio de lucha política fundamental: la construcción de la subjetividad en el espacio educativo…
el espacio público, sobre todo en las grandes ciudades como Buenos Aires, está colonizado por el marketing corporativo
¿Cómo crees que puede influir este proyecto, tanto desde lo educativo como desde la contrapublicidad callejera y virtual, en el contexto político actual?
Esto lo digo a título personal. Tenía la sensación de que se había instalado una agencia publicitaria en la Casa Rosada y que los políticos eran una suerte de actores de una gran estrategia de marketing que se viene ejecutando desde el 2016. El uso de la publicidad vinculada a las políticas públicas, o a la falta de ellas, es bastante evidente y notable. Con respecto a la incidencia de la contra-publicidad en el contexto político, solemos mencionar que el espacio público, sobre todo en las grandes ciudades como Buenos Aires, está colonizado por el marketing corporativo, o sea transmiten los mensajes que interesan a determinada clase social. El espacio público está siendo colonizado por el marketing de empresas privadas, entonces circulan mensajes que tienen que ver con la ideología del mercado, la ideología capitalista, con los intereses económicos sobre todo de ciertas clases sociales. La idea del activismo contra-publicitario es poder recuperar el espacio público para transformar esos mensajes y convertirlos en vehículos culturales que permitan a la gente tomar consciencia sobre ciertas problemáticas sociales que muchas veces quedan invisibilizadas con la publicidad. Reapropiarse del espacio público para ponerlo al servicio de los intereses comunes, reciclando el entorno simbólico, es decir, pudiendo resignificar todos esos mensajes del poder corporativo y ponerlos en función de los intereses comunes. Esa es una batalla que se da desde la contrapublicidad. Y por otro lado, también hay mucha presencia de la contrapublicidad en las redes sociales, a través de campañas, videos, imágenes. Decimos que estamos en medio de la “Batalla cultural”, y la contra-publicidad es una herramienta más para liberar esta batalla.
Redes y contacto:
http://proyectosquatters.blogspot.com/
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Por EUGENIA GRAÑA. Licenciada en Sociología (UBA), Bailarina y Artista Escénica. Actualmente estudia la Lic. en Composición Coreográfica mención Danza Teatro en la UNA. Desde el 2016 trabaja en Centros Culturales Independientes realizando la programación, producción y gestión cultural. Anteriormente ha participado en varios proyectos sociales y comunitarios en barrios y asentamientos de la Ciudad de Buenos Aires.