Comunidad Fusa: mucho más que una plataforma para escuchar música

La necesidad tiene cara de hereje, según el dicho popular. Cuando algo falta, lo creamos. En un mundo donde el grueso del consumo de música es digital y, a pasos crecientes, vía streaming, las preguntas siguen siendo cómo llegar al público y cómo sustentarse materialmente como artista. Con estas y otras preguntas en mente nació Comunidad Fusa hace seis años para Matías Zamorano y Mariano Sola.

Mundo digital y volátil

Según datos de la Internation Federation of the Phonographic Industry (IFPI), 2015 fue el primer año donde las ventas digitales (canciones descargadas de manera paga) superaron a las físicas (CDs y discos). Asimismo, los ingresos por formato de escucha vía streaming – o sea, por suscripción – creció – siempre según la misma fuente – casi un 50% y se ha multiplicado por cuatro en el lapso de los últimos cinco años. Entre 2014 y 2015, las ventas aumentaron un 3%, que se considera el primer aumento sostenido entre un año y otro por primera vez en veinte años. El mismo informe plantea, no obstante, que si bien se están dando niveles récord en cantidad de público, esos números lejos están de trasladarse al dinero que llega a artistas y discográficas.

Por otra parte, según estadísticas publicadas en expanderamblings.com, Spotify tiene más de 60 millones de usuarios (cifras a octubre de 2015) distribuidos en 58 países, con más de 30 millones de canciones (cifra de febrero de 2016) más 20 mil canciones agregadas diariamente. Apple Music tiene estadísticas similares y es la principal competencia de Spotify (luego de años en los cuales Apple dominaba el mercado), pero es un servicio exclusivamente a suscripción. No obstante, con diez millones de suscriptos, ofrece números parecidos a los sucriptores pagos de Spotify. Así y todo, acorde a datos publicados en Digital Music News, el 40% de toda la música que se escucha vía streaming, se escucha a través de YouTube. El común denominador en todos los casos es que los ingresos siguen siendo magros y los que hay se los llevan los mismos de siempre.

Los herejes

Matías Zamorano y Mariano Sola, durante tres años, se dieron el gusto de grabar y tocar en varios lugares. En el interín, también se vincularon con otras bandas y también tomaron nota de las dificultades que implicaba tener una banda. Programadores ambos, ya habían incursionado embrionariamente en la idea de la comunidad musical a través del sitio de su propio proyecto, promocionando y vinculando a otros. Pero, eso, apenas fue la semilla de lo que se convertiría en una comunidad de músicos que busca proponer una opción distinta para la difusión y distribución.

En 2010 se disolvió la banda de Zamorano y Sola y casi inmediatamente empezaron con Fusa. El nombre no les gustaba, de hecho, pero después de explorar otras alternativas terminaron retornando a ese bautismo primigenio. Para finales de ese año, la primera versión de Fusa estaba lista. A manera de lanzamiento organizaron un concurso en el cual a los ganadores se les diseñaba el sitio web. En poco tiempo, se anotaron entre 200 y 300 bandas.

“Entendemos que el camino es la unión, en principio entre los músicos. Por lo general los músicos, las bandas, le echan la culpa al mercado, a esto, a lo otro, a que no me vienen a ver… Y también, a la par, pasan cosas como que íbamos a tocar en una fecha con cuatro bandas, toca la primera banda y se va. Entonces, algo no nos cerraba de eso”, dice Zamorano y agrega que “una banda se puede llegar a salvar por su cuenta, pero eso no es sustentable”. Así, buscaron generar una alternativa que aglutinara a los músicos y, a su vez, propusiera un modelo diferente de pensar la difusión.

“Para mí, Spotify es una mutación de las grandes compañías discográficas, que encontraron ahí la forma de seguir siendo dominantes”, afirma Zamorano. Si se presta atención a los números mencionados más arriba, la sentencia de Zamorano no resulta tan extraña. La industria discográfica viene de casi veinte años de buscar un nuevo modelo de negocios que cuadre con las nuevas tecnologías. En el medio, bajaron a proyectos como Napster o Grooveshark. Lo cierto, es que el advenimiento de Internet y el abaratamiento de las tecnologías en general ha producido un fenómeno doble: enorme facilidad para producir contenido, por un lado, y un nivel de acceso gratuito a esos contenidos jamás antes visto. El conflicto pasa por cómo transformar esto último en dinero y quién se queda con ese dinero. Por ahora, lo que se mantiene igual es que  “bajo la ilusión de una herramienta internacional, solemos caer en ‘Me creo mi perfil en Spotify. No me va a escuchar nadie, pero me lo creo porque suena bien y se ve bien’. Dicen que te pagan plata, pero tenés que tener 20 millones de reproducciones para que te paguen más o menos bien. Es una ridiculez; mil o dos mil reproducciones serán ocho dólares. A las bandas grandes, en cambio, Spotify les sirve”.

Zamorano y Sola hicieron experimentos en su trabajo diario y en sus casas. Expusieron a colegas, sin hacerlo explícito, a la presencia permanente de las bandas que forman parte de Fusa. Al poco tiempo, se encontraron con esos colegas tarareando alguna canción sin darse cuenta. Más allá de lo obvia que pueda sonar la hipótesis, comprobaron en el día a día la capacidad de instalar gustos que poseen los grandes canales de difusión, que son a su vez los que buscan asegurar un determinado status quo de patrones culturales. Observaron en carne propia que era posible usar esas mismas herramientas para insertar alternativas a esos patrones.

No hay un solo camino para llegar a Roma

Con un equipo que se amplió y se decimó varias veces, Fusa viene laburando desde entonces. Quizás, – arriesga el cronista, más allá de lo que pueda apreciarse en la superficie -, lo que define a Fusa es la experimentación. Con una brújula que indica un norte, los muchachos y sus compañeros de aventuras han ido adentrándose en distintas maneras de llegar a destino. En ese sentido, Fusa es una comunidad de músicos que tiene una plataforma. Lo más fácil, sería buscar rotularlos como una suerte de Spotify alternativo, pero probablemente la descripción sería errónea más allá de algunos puntos en común. En estos seis años tuvieron dos programas de radio, armaron un canal online desde el cual transmitieron en vivo doce shows, hicieron trece festivales, cinco o seis ciclos acústicos más tranquilos. “Por un lado, queremos que la gente pueda elegir. Pensamos en la alegoría de la comida, que cuando nacemos comemos y a medida que vamos creciendo nos vamos diferenciando, descubriendo cada uno quién quiere ser. Con la música queremos eso, que cada uno pueda elegir cuál es su plato favorito. Por el lado de la música, (…) queremos que el trabajo del músico sea sustentable, que se pueda vivir de la música y que se respete más la profesión, porque es una profesión”.

La interfaz de Fusa es familiar para el usuario y al entrar al perfil de cada banda, el sistema sugiere bandas que entiende como afines. Lo que en otra plataforma no reviste importancia más allá de ir estableciendo un diseño de los gustos del usuario, en Fusa tiene el condimento agregado de quiénes son los participantes. No se trata de un usuario que comienza a navegar entre grandes bandas ya consolidadas, sino de aquellas que luchan día a día (hoy en día, alrededor de 1700 bandas forman parte de la comunidad) para seguir mostrando su arte y llegar al público que les está vedado en otros canales. Es, como dice Zamorano, “parte de la mística de Fusa”.

Por el momento, no circula dinero por Fusa, pero está en los planes implementar un esquema de pago “parecido al de Bandcamp, donde descargás el disco y decidís cuánto vale para vos. En ese cuánto vale, el que paga decide cuánto le deja a la plataforma y cuánto a la banda”. En algún momento, consiguieron apoyo del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. Ahora, están buscando conseguir financiamiento a través de Mecenazgo para diseñar una aplicación y seguir creciendo. No obstante, el principal sustento actual de Fusa es la propia fuerza de trabajo de sus creadores (llegaron en algún momento un equipo de doce personas). En 2015, llegaron a las 120 mil reproducciones (no tienen en cuenta para ese cálculo al usuario que repite la reproducción en el día) y quieren llegar a un millón.

Foto: Diego Braude

AUTOR

DIEGO BRAUDE. Licenciado en Artes Combinadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Periodista y documentalista. Crea y dirige Imaginación Atrapada desde 2005, proyecto seleccionado como mejor revista de teatro en los Premios Teatros del Mundo. En 2013 estrenó su largometraje documental “Fabricantes de Mundos” y desde 2011 ha escrito en el diario Página/12 y la revista Acción.

1 COMENTARIOS DE LECTORES

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  1. PabloEme on 13 julio, 2016

    Excelente nota, sobre todo por dar a conocer otra plataforma musical. totalmente de acuerdo que Spotify es más de lo mismo.

    Sds desde Uy

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