Laura Ruggiero. Domadora de huracanes

Nunca le interesó especializarse en una sola cosa. Guionista, productora transmedia, animadora, instructora de yoga, etc, etc, etc. Por eso, en presentaciones profesionales se le complicaba sacar la larga lista de habilidades y pasiones. Dice que eso generaba una sensación indefinida, que la miraban con desconfianza por no poder categorizarla. Fue entonces que se decidió a simplificar sus tarjetas personales: «María Laura Ruggiero. Domadora de huracanes».

Su pasión por el surf (desde los 13 años se rateaba del colegio los viernes para irse a la costa a surfear) la llevó a realizar un documental en las favelas de Río de Janeiro. Durante una estadía en Berlín para conseguir productores para un nuevo proyecto básicamente se rompió un tobillo, pero igual siguió rumbo a Islandia a dar un taller y en muletas irse a ver las auroras boreales que pueden observarse todavía más al norte durante el invierno islandés. En Escocia, se zambulló en las aguas del Lago Ness y casi se queda dura… La primera vez que se presentó al festival de Berlín, la seleccionaron en varios rubros; su cortometraje de animación de una Mujer Maravilla que busca conocer a Wim Wenders le valió concretar en la vida real el deseo. Fue una de las seleccionadas para participar del demencial seminario que cada tanto Wener Herzog lleva a cabo en California; llegó, económicamente, como pudo y consiguió además sacarle un abrazo al cáustico y legendario alemán. En Bar Apócrifo – ella insiste que fue casualidad el nombre del café elegido, el cronista cree que hubo como mínimo inconsciente intencionalidad -, Laura Ruggiero dice de sí misma: “Reinvención constante. Estoy en la búsqueda constante”.

Es hija de una maestra y ya a los cuatro años leía. A los cinco escribió una obra de teatro, La princesa está triste. A los diez fue su primer libro, escrito en un cuaderno Gloria; Un peligro nuclear, “como un McGyver sudamericano”. Narrar “es una necesidad. Contar mis historias, contar las historias que veo, lo que me vibra como interesante o necesario”. Quería ser bailarina, patinadora sobre hielo, antropóloga, licenciada en turismo, azafata. “Me gusta esta idea de vivir distintas vidas”, y eso fue lo que encontró en el cine.

Fue a una escuela católica, donde tenía muy buenas calificaciones, pero solía, digamos, chocar. Desde plantear que ella creía en la reencarnación, a ser la directora/escritora de un periódico donde cuenta que algunas entrevistas e historias que escribió en cuyos finales los estudiantes morían o se suicidaban no cayeron bien; el colegio decidió prohibir el periódico, que se terminó editando clandestinamente y por un único número.

Construyendo caminos para llegar a destino

Estudió Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires y hacia el final de la carrera también tomó talleres de animación. Mientras estudiaba, daba clases de inglés y escribía de “las chicas en el deporte” y sobre cine para Rad! (una revista de surf que se publicó entre 1995 y 2005). Esto último le sirvió para ir tomando contacto con el mundillo del cine, de los festivales, ver muchas películas.

Como durante la carrera nunca le habían hecho escribir un largometraje como ejercicio y a ella le parecía clave poder hacerlo, se compró un libro de título Cómo escribir un guión en 21 días y eligió un concurso organizado por el INCAA y BAFilm cuya fecha límite estaba a sólo un mes de distancia. Trabajó con la idea de encontrar un sistema que le permitiera metódicamente llegar rápidamente a una primera versión de un guión y se presentó. Ganó, lo tradujo en dos días y fue sin dormir y en piyamas a enviar el mismo guión para el festival de Berlín. Así llegó a Berlín por primera vez, con su primer guión de un largometraje, un cortometraje de animación de “una Mujer Maravilla que se desarma. (…) Una Mujer Maravilla que necesita demostrar quién es y que dice ‘Yo voy a ir a Berlín a conocer Wim Wenders’”.

Llegada a Berlín, le comunicaron que Wim Wenders había visto su corto y le preguntaron si quería conocerlo. Durante la siguiente semana y media, se movió como demonio de Tazmania por Berlín y adquirió contactos, herramientas y criterios de laburo, pero no sólo eso. Estando allá propuso una idea para un documental, que terminó convirtiéndose en Surfing Favela. Frente a la gente de Planet Doc se explayó sobre lo que originalmente era un documental sobre “surfers alrededor del mundo. Eran diez países, era como el sueño del pibe. Les digo ‘Vamos a ver cómo se surfea en Malvinas, cómo se surfea en Brasil, y en qué lugares el surf tiene todavía una conexión con algo espiritual, con cierta realeza de espíritu’”. A la gente del a canal les interesó sobre todo la posibilidad de filmar en las favelas. Ruggiero tenía algunas puntas en Río, pero nunca había estado en una favela; no importó, “era una garota” y en cuestión de minutos les había llenado de detalles sobre las posibilidades de filmar ahí. Gustó, le dijeron que la cosa iba por ahí y que le diera para delante. Se juntó con Tomás Crowder, el director de Rad! y en un mes tenían listo un guión que presentaron a un primer concurso. Salieron segundos, que significaba que no obtenían el financiamiento que necesitaban. Se presentaron de nuevo en otro, esta vez de Fuel TV / Fox Entertainment para programas o documentales de deportes, y ganaron debido a que combinaban deporte con una problemática social. Era 2005. En 2006 “un grupo de argentinos filmamos en Brasil con dinero norteamericano. Ahí nació Surfing Favela.

Encontrar los caminos para llegar a destino es un común denominador en la vida de Ruggiero. ¿Cómo es conseguir fondos para los proyectos? “Es duro. No deja de ser ‘te voy a contar una historia y te voy a pedir, al final, que me ayudes a concretar eso’. Es difícil. También, por lo menos en mi caso, recién ahora voy teniendo un perfil como más claro de lo que hago… Para mí, siempre estuvo claro, pero para el resto…». No poder resumirse en una sola palabra, le valió a Ruggiero años de miradas extrañadas; “soy animadora, soy guionista, también hice documentales pero quiero hacer ficción, se algo de programación, tengo un perfil que cuatro o cinco años atrás era medio un cachivache y ahora de repente son un montón de habilidades que para lo que se llama Nuevos Medios, o Transmedia, o Multimedia, o Cross Media, o lo que quieras, es válido. Son un montón de habilidades que una persona con una formación más tradicional no tiene”.

De la pausa forzada al transmedia

Después de Surfing Favela siguieron una serie de trabajos de guión, entre ellos algunos de sobre pueblos originarios para documentales de Canal Encuentro, donde Ruggiero, por esas vueltas extrañas de la vida, se vinculó a través del audiovisual con su sueño de ser antropóloga. También más tarde realizó el montaje narrativo de El viaje de Nadie a Ninguna Parte, un documental sobre la India.

Tras aquel primer Berlín y de Surfing Favela, todo pasó a moverse rápido para Ruggiero, quizás demasiado rápido. En 2008, mientras estaba otra vez en el festival de Berlín yendo de reunión en reunión, comenzó a tener ataques de vértigo. Le estaba yendo muy bien, era la única latinoamericana con un proyecto aún sin financiar invitada al mercado (la instancia donde los realizadores tienen la oportunidad de presentar sus proyectos y hacer contactos o hasta conseguir potenciales productores) y durante una reunión “alguien me da una tarjeta con su nombre y yo veo una tarjeta blanca, para mí no tenía nada escrito. Todo empezó a ponerse muy cinematográficamente blanco, me hicieron un fade to white (un fundido a blanco), hubo unos segundos donde no vi nada. Seguí la reunión, claramente, sin mirar a la otra persona”. El productor que estaba hablando con ella nunca se enteró que Ruggiero estaba teniendo un ataque de pánico en ese mismo instante. No sería el último. Ese lugar de privilegio que le había asignado el festival la convertía en una figura atractiva y eso significaba agenda completa todo el día desde las 7am hasta después de las 10pm, todos los días; “mucha información, mucha gente, y me superó”.

Finalizada la Berlinale y de vuelta en Buenos Aires, los ataques empeoraron y pasó a tener miedo de salir a la calle por temor a los mareos, la sensación era de “no puedo conducirme sola por la calle, porque me mareo, porque todo se mueve”. Le hicieron estudios varios, se temió la posibilidad de un tumor luego descartada, “probablemente tuve algo en el oído”, y la conclusión fue una larga rehabilitación para recuperar el equilibrio. En cierto momento, su médico le dijo que había “varios cineastas a los que les pasa esto” y le recomendó evitar deportes de equilibrio y el yoga; todo lo que a ella le gustaba. El médico le dijo que era necesario que cambiara su vida, que “‘vos tenés que entender que sos una persona migrañosa y vertiginosa’. Yo le dije ‘Yo no soy nada de eso’, a lo que él respondió ‘Bueno, veremos. Ya vas a volver pronto’”. Como para demostrar y demostrarse que lo suyo no era algo físico, Ruggiero salió de la consulta médica y se anotó en el profesorado de yoga. Al principio estaba aterrada de que los mareos reaparecieran durante la práctica, de irse de boca al piso en medio de un ásana. El temido porrazo nunca ocurrió y nunca tuvo necesidad de volver al consultorio de aquel médico.

A todo esto, Ruggiero había dejado en pausa el cine, el documental, los guiones y los proyectos. La pausa duró un año y medio, donde trabajó como instructora de yoga. No obstante, la Laura múltiple seguía presente en las prácticas, donde introducía elementos audiovisuales, llevaba música en vivo, contaba leyendas. Dar clases de yoga, entretanto, también le permitió ir recuperando la confianza de trabajar con un público.

Fue en ese momento que la contactó la directora boliviana Yashira Jordán – quien la había conocido en aquel Berlín de 2008 -, que estaba preparando el proyecto que se convirtió en Durazno. Jordán le dijo “‘tenemos que presentarnos en Bolivia Lab, necesitamos ganar este premio. Nuestra productora no se puede presentar, te necesitamos a vos por currículum y qué se yo, ¿te interesa?’. Leí la historia, le dije que me interesaba”. Diez días después del primer contacto de Jordán, Ruggiero estaba volando a Bolivia con la misión de “hacer un pitch (una presentación breve que demuestre los valores de la propuesta) y ganar el premio al mejor proyecto boliviano. Después de una semana sin aire, por la altura, lo logramos”. Ahí decidió quedarse en el proyecto, pero que no se ocuparía del rol tradicional de producción, sino que se abocaría a aspectos no convencionales.

Con Durazno, experimentó. “Para pedir plata, hay que contar por qué. Hay que contar una historia y armar una experiencia”, y por eso, para recaudar fondos, recorrieron festivales, armaron picnics informativos, recurrieron al crowdfunding (financiamiento colectivo) en sentido amplio. Ruggiero, por su parte, también aplicó para una beca de Transmedia Next (institución con sede en Londres, especializada en formación en lo que es el formato transmedia). La experiencia en Londres “fue como mi pequeño Nirvana profesional, porque entendí que todo lo que había estudiado en mi vida, que parecía no tener ningún sentido lo tenía y me daba una ventaja sobre otros. Que yo era una guionista que podía hacer corrección de color, que entendía software, que había hecho animación porque me interesaba la parte tecnológica y era lo que me resultaba más fácil, que podía entender cierta programación orientada a objetos, que podía entender cosas técnicas complejas y también narrativas complejas, que tenía una visión de diseño – que es lo que estudié en la universidad, Diseño Proyectual – de poder ver las cosas a nivel macro, cómo funcionan. (…) Aprendí mucho pero, a su vez, se me conectó toda la data que ya tenía y fue ‘está rebueno, quiero hacer esto’”. A partir de ese momento, comprendió que era posible plasmar su forma fragmentada de pensar y ver las cosas, sus diversas experiencias, en el trabajo, en las historias que quería contar. “Fue como ‘nací para esto’”.

Durazno se expandió, se volvió más que una película, fue la historia de la creación de una película. Durante el rodaje, a su vez, ciertas metodologías de trabajo los llevaron a pensar en hacer una película sustentable en términos ecológicos (utilizando la mayor cantidad de luz natural posible, objetos reciclados para la escenografía de escenas dramatizadas, el no daño de la naturaleza en las locaciones de rodaje, etc). Al inicio del documental, de hecho, un texto introduce a lo que terminó por convertirse en un manifiesto.

La creadora de las mil facetas

Después de Durazno, otra vez agarró velocidad. Trabajos por encargo, una serie de animación (Martian and Pulpet, un largo proceso que todavía sigue, basada en el corto de 2010 del mismo nombre) y, sobre todo, una cantidad cada vez mayor de clases, talleres y seminarios alrededor del transmedia desde su particular manera de aproximarse al aula aunados como un mismo emprendimiento bajo el título de StoryHackers. Estos últimos la llevaron ya por medio globo terráqueo, lo que hace pensar que la domadora y el huracán son, en realidad, la misma persona. Durante el presente año estuvo dando talleres en la legendaria Escuela de Cine de La Habana, en Cuba, y fue seleccionada por el British Council como consejera (advisor) para la región en lo que es Nuevos Medios y Narrativas Expandidas. Esto último llegó porque se había presentado y había sido aceptada en Power to the Pixel (el foro más importante de transmedia a nivel mundial), para las instancias de laboratorio y de mercado, pero acceder tenía un costo que ella no podía cubrir. En lugar de desanimarse, fue a tocar la puerta del British Council (uno de los auspiciantes de Power to the Pixel) y a preguntar si era posible que llegaran a un acuerdo entre lo que ella podía ofrecer de sus habilidades, referencias y experiencia a cambio del apoyo del BC para llegar al evento.

Ruggiero es múltiple en más de un sentido. Desde su celular, sea desde su casa, en viaje o donde quiera que esté y haya conexión a Internet, Ruggiero postea casi todos los días, varias veces al día. No son twits, no son 140 caracteres. Son textos largos, a veces descriptivos, a veces reflexivos, viscerales, por momentos melodramáticos o melancólicos, casi siempre con imágenes que ella misma toma. El cronista le pregunta si es un personaje, ella responde que no – “no es un personaje diseñado” –, pero que tampoco la que escribe en primera persona es ella en su totalidad, “es una faceta”. Cronista y entrevistada charlan sobre esa fina línea que se recorre – sobre todo en la era de las redes sociales, donde los usuarios parecieran buscar consumir un reality show fragmentado en millones de posteos diarios – cuando se mezcla ficción con realidad, o cuando la realidad se edita un poco para preservar la privacidad. Quienes sólo la conocen por sus posteos pueden cometer el error de pensar que Ruggiero es una persona pública en extremo, cuando es alguien, de hecho, muy cuidadosa de su vida íntima. Lo cierto, piensa quien escribe ahora mientras escribe como si pensara en voz alta, es que la imagen total de Ruggiero estaría incompleta sin la Ruggiero virtual, esa narrativa expandida de quién es ella.

Cree que el cine está cambiando, que necesita reinventarse, que los lenguajes que hoy damos por sentado quizás en un futuro ya no se entiendan, como ocurre cuando se agarra un texto de Shakespeare y requiere un esfuerzo de decodificación porque responde a formas del pasado.

El perfil Linkedin de Ruggiero dice “Transmedia. Storyhacking. Hurricanes”. Hoy en día, la cultura hacker ha cubierto gran parte del universo creativo y más allá. Se habla mucho de hackear, básicamente, todo. ¿Qué significa hackear una historia? “Primero, ver si algo funciona o no funciona. Si funciona bien – salvo que la personalidad sea salir a romper aunque sea algo que funcione -, está todo bien. Pero si hay algo que no está funcionando, o que genera un mínimo de duda, que no está siendo sustentable al sistema… Hackear las historias, hackear el sistema de producción, es como más general. (…) Al nivel de las historias. Si estamos contando historias y las ve sólo mi tía y mi familia para hacerme un bien y no tiene una audiencia, la gente no ve mis historias, no las encuentra… O están y son buenísimas, pero no hay comunicación donde se encuentre la nueva audiencia con el creador… O si hago cine en un sistema industrial que no es sustentable, donde no puedo vivir de eso… Eso hace que un sistema no esté funcionando. Si el realizar una película termina siendo un acto destructivo para el planeta o para la sociedad misma, eso no está funcionando. Si salgo con más deudas, eso no está funcionando. Si no hay una comunicación, si no llega al otro, si no emociona, si no inspira, tal vez no esté funcionando. Si no enoja, si no genera algo que mueva a la acción, si no se entiende, no está funcionando. Y, si no funciona, es desarmar las piezas que tiene así sea desde la narrativa, desde la producción; ver qué piezas tengo y analizar sus debilidades, sus fortalezas… Es algo hasta más visual: desarmo esto, lo doy vuelta para el otro lado, ¿funcionará así? (…) (Hackear) es, simplemente, desarmar los sistemas, ver hasta dónde dan, no dar nada por sentado”.

Viene buscando fondos para poder viajar al sudeste asiático en 2016, está trabajando en que su proyecto actual se pueda narrar de múltiples maneras incluida la realidad virtual, está proyectando también una aplicación para que eventualmente sus laboratorios creativos devengan en laboratorios ambulantes y se independicen de ella; continúa expandiendo en cantidad y en fronteras estos mismos laboratorios, de los cuales dice que es muy probable que sean a su vez la fuente de futuras ideas y equipos de trabajo; también dice que mirando hacia delante quiere salir de la sala de cine, volver a un cine nómade, al juglar, al contacto directo entre audiencia y creador, “a la tribu, aunque la tribu sea global”

En la página de Facebook de Domadora de Huracanes (página que creo en 2012), Ruggiero tiene anotada una cita de El libro de los Samurais, de Yamamoto Tsunetomo:

«Hay algo que puede aprenderse durante una tormenta.

Por lo general cuando nos sorprende la lluvia, tratamos de no mojarnos y corremos por la calle; pero refugiándonos bajo los aleros de las casas acabamos mojándonos de todas maneras.Lo mejor es lanzarse directamente en medio de la lluvia. Cuando estés resuelto de antemano jamás te sentirás perplejo ante algo inesperado.

La lección de la tormenta puede aplicarse a todas las cosas.»

Fotos gentileza de María Laura Ruggiero

AUTOR

DIEGO BRAUDE. Licenciado en Artes Combinadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Periodista y documentalista. Crea y dirige Imaginación Atrapada desde 2005, proyecto seleccionado como mejor revista de teatro en los Premios Teatros del Mundo. En 2013 estrenó su largometraje documental “Fabricantes de Mundos” y desde 2011 ha escrito en el diario Página/12 y la revista Acción.

1 COMENTARIOS DE LECTORES

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  1. mcaballieri on 5 agosto, 2015

    Genia total

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