Desate, radio desde el Moyano: la voz de los invisibles

La Radio La Colifata nació en 1991 en el Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda (para hombres) por iniciativa del estudiante y futuro psicólogo Alfredo Olivera. Lo que fuera pensado como una terapia de recuperación se transformó en una manera de dar voz a un colectivo estigmatizado, considerado como por fuera de la sociedad: los locos. Dos décadas más tarde, por impulso de la licenciada Silvia Maltz, vería la luz Desate cruzando la calle Brandsen en el Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano (para mujeres) con idénticos propósito y resultados

En esa loma estuvo en el siglo XVIII la Convalescencia, retiro espiritual jesuita y lugar de recuperación para pacientes respiratorios. En el siglo siguiente, y tras la expulsión de los jesuitas, en esa zona se ubicó el Matadero de la Convalescencia – que el civilizado Esteban Echeverría identificaría en su cuento homónimo como ideal representación sanguinaria de la identidad bárbara Federal -. En la segunda mitad del 1800 aparecieron por esos lares el Hospicio San Buenaventura y el Hospital Nacional de Alienadas. Cien años más tarde llegaría el Hospital infanto juvenil Tobar García. El San Buenaventura es hoy el Borda, el Nacional de Alienadas es el Moyano, y con el Tobar García conforman lo que algún humor mala leche da en llamar la manzana de la locura en el barrio de Barracas.

Es una mañana de jueves. Todavía hace frío en Buenos Aires pese a que se transita la mitad de la primavera. A la vuelta del Moyano, al final de un pasaje sin salida, un grafitti reza “La locura no es un enfermedad, es otro lenguaje”. El cronista ingresa al hospital y pregunta por el Club Bonanza. “Segundo o tercer pabellón, ahí, en el pasillo hay una casita. Es ahí”, indica la flaca de vigilancia.

El Moyano es, como otros complejos construidos a fines del 1800 y principios del 1900, uno que sigue la línea de arquitectura de pabellón. Los higienistas de segunda mitad del siglo XIX asumían que reemplazar el monobloque edilicio por una diversidad de pabellones conectados a través de espacios verdes mejoraba la calidad de vida y sumaba puntos en la recuperación de los pacientes. No obstante, el Moyano, como el Borda y el Hospital de Enfermedades Infecciones Francisco Muñiz – entre otros -, fueron concebidos como hospitales de aislamiento. Al paciente psiquiátrico, como al de enfermedades infecciosas, había que mandarlo lejos del centro urbano, aislarlo del resto de la población. Pese a que la ciudad, eventualmente, envolvió en su tejido a los edificios, el concepto pervive. El paciente que pasa por el Borda o el Moyano pasa, involuntariamente, a formar parte de un colectivo social particular.

El cronista va y viene por un par de pasillos. Hay una casa amarilla al fondo de uno, pero pareciera no haber nadie dentro. Después de probar en el pasillo de al lado, retorna. Esta vez sí consigue ver un grupo al fondo del salón. Golpea la puerta. Silvia Maltz es quien abre y le da la bienvenida. Diez minutos después llega al celular de Maltz un mensaje SMS enviado más de una hora antes por el cronista avisando que había tenido una demora. Para ese entonces, los miembros de Desate ya están en plena grabación del programa.

Hacerse oír

Silvia Maltz comenzó Desate “solita con mi alma”, allá por 2008.

Maltz empezó laburando con el Taller Anual de Orientación en Comunicación Comunitaria – dirigido por Oscar Magarola -, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. “Esa cátedra realiza intervenciones, y yo pedí una intervención para radio”. Alumnos de la materia se acercaron a colaborar y así empezó Desate. Primero una web, luego un contacto con el AFSCA. Al AFSCA le interesó, por lo cual se involucró el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica); “así es como se armó el camino”.

Como podía, Maltz incluso aprendió a editar ella misma los materiales; las tareas se iban sumando y sola  se le iba complicando, “me faltaba un compañero de planta”. Ahí, con la llegada del ISER se agregan al equipo Marcos Autcheloine – en la operación – y Sol Ávila García – en la producción -, lo que a su vez permitió generar un material de mayor calidad que fue posible entregar a radios para su difusión. Ávila García, además, da talleres de producción para el grupo, “lo que permite formar después equipos de trabajo”.

Todas se sientan alrededor de una mesa larga. Dentro de un armario está la laptop que se usa para grabar los audios. En una de las puertas del mueble figura pegado el organigrama de trabajo del programa del día. Se va grabando coralmente cada uno de los micros que luego habrán de subirse a YouTube y a Soundcloud, y que habrán de transmitirse por radios como Radio Nacional, Cooperativa, Madres o Vorterix – ente otras -.

La rotación de miembros es bastante dinámica, sólo Julia (2008) y Susana (2009) superan los cinco años de antigüedad. Entre los miembros de Desate hay mujeres que están internadas y otras que ya están externadas. Roberta, que ha pasado por más de una internación, cuenta que mientras está en el hospital el programa le brinda la posibilidad de ventilarse, crear e imaginar que la internación impide, pero que una vez afuera le cuesta volver. No es que ya no la pase bien, dice, sino que volver a atravesar las puertas del hospital la pone mal.

Cada programa varía en su temática. A veces es violencia de género, otras hay narrativa o poesía. Los micros de la fecha giran en torno a la dificultad que tienen estas mujeres para acceder a una vivienda, dada la marca indeleble que significa ser un paciente psiquiátrico que ha pasado por el Moyano.

La Ley de Salud mental aprobada en el año 2010 apunta a un proceso de desmanicomialización y reinserción social de los pacientes. Es decir, se busca eludir la traumática internación prolongada (con los hospitales transformándose en depósitos de gente) y desestigmatizar al paciente psiquiátrico. Para eso es necesario ayudar a reforzar o a sostener los lazos familiares y la instrumentación de ciertos mecanismos institucionales, entre ellos las casas de medio camino. Susana, por ejemplo, cuenta que en su momento pudo evitar la internación gracias a ese instrumento y cómo ahora no podría contar con él. En un pronunciamiento reciente de los profesionales de la salud mental y en un informe desarrollado por La Fábrica Porteña en mayo de este año se denuncia el incumplimiento de la ley y el deterioro de instancias como las casas de medio camino. “Estas chicas tienen mucha experiencia viviendo acá, y se les hace imperioso que la ley se respete”. En esa línea, Maltz explica que “si no tenés los apoyos, si no tenés los dispositivos, la infraestructura que permita sostenerla, la ley es un imposible”

En algún momento iban a hacer la radio a los pabellones y preguntaban por cuántas de las chicas internadas conocían acerca de la Ley Nacional de Salud Mental: “Ninguna”. Llevar Desate a los pabellones era, entonces, “una forma de contarles, cosa que, a veces, a los equipos no les gustaba nada”.

El mate circula, los chistes también. Algunas son más histriónicas, otras más tímidas. A Melina le gusta escribir poemas “de amor, que hablan de la sociedad”. Paula trabaja en la parte de locución y, a veces, también en producción. Graciela cuenta que escriben textos “para reírse un poco de la desgracia”“el humor calma la angustia”, agrega Maltz -.

Maltz considera que el formato de trabajo de la radio genera “poder dejar de costado lo profundo de sus problemas, para tener una mirada más amplia. Que, además de todo lo que les pasa en la vida, también hay radio, hay cosas por hacer, situaciones para elaborar, para pensar, para crear”. El espacio de la radio fomenta la camaradería, el encuentro, dice Maltz, que dista mucho de quedar encerrada en un pabellón. Desate ha gestionado que a través del Ministerio de Trabajo sus miembros reciban una suma ($1200 pesos) en concepto de beca por la formación que adquieren en radio, lo que “les brinda mayor autonomía” para “que el proceso de desmanicomialización sea posible”.

Para cada emisión, los temas que van surgiendo se trabajan en grupo. Se da un debate y a partir de eso se va escribiendo con la coordinación de Maltz, “la producción es una tarea de todas”. “No es un espacio para hacer terapia – ellas tienen sus equipos terapéuticos -”, aclara Maltz,  “pero tiene un efecto terapéutico. Por otro lado, tiene esa puerta hacia la comunidad”. En definitiva, no es “escuchar la locura, sino a mujeres que piensan, que laburan, que pueden tomar decisiones respecto de su vida y también hacer una fuerte crítica al sistema actual de salud mental”

La propia voz

Un colectivo cultural puede darse por afinidad ideológica, étnica, religiosa, de gustos. En este caso, arriesga el cronista, se da por la necesidad de contraponerse a la figura del pabellón, donde la identidad se pierde o se disuelve. Esa sumatoria de individualidades que se buscan a sí mismas dan como resultado, también, una voz nueva que las reúne y las conecta con la comunidad.

Julia llegó a la radio durante su primera internación: “Tenía depresión ansiosa. La ansiedad no me permitía estar ni sentada, ni parada, ni dormir, comía caminando. Estuve tres años así, caminando alrededor del parque”. Recuerda que Maltz le ofrecía de sumarse a la radio, pero que ella se negaba debido a su nivel de ansiedad. Cuando sintió que estaba pudiendo superar “ese terrible problema”, se acercó a Desate. “En el pabellón me sentía muy sola, sola en la muchedumbre”, rodeada de personas con diagnósticos más graves que el suyo, sintiéndose ajena. “Acá encontré otra cosa”.

Julia, cada tanto, lee en los micros sus poesías y tiene un libro escrito de narrativa. Mira entre sus escritos, saca una y lee:

“se llama Invención:

La mano quiere tocar el infinito,

es una antigua costumbre que nos dobla los dedos.

Para borrar los golpes, la mano acaricia la piel,

el corazón gestiona tiempos

para no morir de pequeñas verdades.

Y, si se muere un poco,

con el otro poco inventa sueños

que parecen realidades”

Maltz cuenta que a través de Desate, descubrió que para alguna la radio también era una forma de reencontrarse con lo que habían perdido. “Si supieras la cantidad de mujeres que, por circunstancias de la vida, han tenido que abandonar sus carreras, sus disciplinas… Médicas, psicólogas, abogadas,arquitectas… Que han venido a la radio, no a reencontrarse con sus disciplinas – porque es muy difícil, la radio no es eso -, pero sí a retomar algo de la intelectualidad, del pensar, del sostener diferencias, volver a tomar esos recursos que te han dado, la carrera, el estudio, el trabajo”

Roberta está en Desate desde 2012, con más de una internación y más de un alta en el bolsillo. Actualmente, está atravesando “la más difícil de las internaciones”, de más de un año y medio. Siempre le gustó la idea de hacer radio “siempre me dijeron ‘¡Tenés una voz!’”. Si bien dice que una vez con el alta le cuesta retornar al hospital para la radio, explica que producir material es más fácil, que el pensamiento fluye de otra manera. A veces, le describen lo que escribe como surrealista, rótulo que no le gusta para nada porque “el surrealismo es estar acá adentro más de un año”. “La internación abomba, achata”, analiza Maltz.

Para Roberta, “cada una es una persona diferente, y eso se tiene que aprender para después en el afuera decir en un trabajo, en un equipo – lo que quieras -, tengo una identidad que no se compara con otra”. Por eso, lo que plantea Roberta es que sería deseable “que todas pudiéramos estar externadas”.

“En las internaciones, o estando en los pabellones, la palabra es del otro , tenés que cumplir lo que el otro te dice, que es el que comanda”, dice Maltz. Desate, en ese sentido, se trata de “tomar la palabra” y de entender la radio “como un hecho social, que te facilita hacerte cargo de lo que decís, responsabilizarte de lo que decís; es un instrumento de libertad, si se quiere, en el marco de lo que implica la vida manicomial”.

La Legislatura porteña ha reconocido a Desate y a sus miembros por su trabajo cultural y social. Los reconocimientos, los premios, la presencia de las diversas radios, ese vínculo con el afuera, según Maltz, ha ayudado a que la resistencia interna dentro de la institución no sea tan marcada. “No es tan sencillo estar en el libre albedrío. No sabemos si en algún momento nos dicen ‘Basta’ y se terminó. Porque la violencia institucional es fuerte, son instituciones violentas… No porque lo quieran ser, solamente, sino porque, sencillamente, no hay otra alternativa”. Maltz considera que “uno tiene que buscar los lazos por donde se puede, y valerse de eso. Si acá no hay respaldo, buscarlo afuera para defender el proyecto”.

Foto: Gentileza de Desate

AUTOR

DIEGO BRAUDE. Licenciado en Artes Combinadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Periodista y documentalista. Crea y dirige Imaginación Atrapada desde 2005, proyecto seleccionado como mejor revista de teatro en los Premios Teatros del Mundo. En 2013 estrenó su largometraje documental “Fabricantes de Mundos” y desde 2011 ha escrito en el diario Página/12 y la revista Acción.

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