
La Ley de Medios comenzó a visibilizar a un colectivo con presencia y trabajo de larga data que rara vez ha recibido crédito por sus aportes. Los canales de baja potencia han sobrevivido al avance violento del cable en los ‘90s, a la crisis del 2001 y ahora se les viene encima la transformación tecnológica. Son la otra cara de y otra posibilidad de entender la industria televisiva, son la épica que no llega a los titulares de los diarios y que atraviesa el país de punta a punta.
La televisión, como todo avance científico tecnológico, no nació de un día para otro. Las primeras transmisiones irregulares ocurrieron en Inglaterra y Estados Unidos entre finales de la década de 1920 y principios de 1930. La televisión con programación apareció en 1936, se interrumpió con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y se retomó posteriormente. En América Latina, los lanzamientos se darían entre finales de la década de ‘40 y comienzos del ‘50. En Argentina, la televisión daría sus primeros pasos en 1951 durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón dando nacimiento a Canal 7 y ya anotando a la familia Yankelevich (Jaime, en este caso. Su hijo Gustavo y su nieto Tomás han marcado tendencias a través de Telefé a lo largo de los últimos veinte años) en la historia del medio. La segunda mitad del siglo XX vería a la televisión constituirse en el medio de comunicación de masas más influyente.
A mediados de los ‘80s, el mismo desarrollo tecnológico que permitía las FM, permitía transmitir televisión. Los transistores se traían del exterior y el resto se armaba acá. Así, quienes se daban maña tanto con la FM como con la televisión pasaron a construir equipos de transmisión. Los primeros canales aparecieron promediando la década, pero fue hacia finales de la misma que comenzó a asentarse y ampliarse hasta el año 1995. Víctor Schajovitsch, secretario de la Asociación Argentina de Teledifusoras Pymes y Comunitarias y propietario de Canal 6 de Avellaneda, recuerda que ahí “fue el gran estallido”, donde se combinaron limitaciones logísticas propias con la expansión masiva del cable.
Es de noche en Buenos Aires. Es julio y el domingo próximo pasado fue el ballotage. Ahora es miércoles, son las vacaciones de invierno, y los padres caminan por las calles arrastrados por sus niños. “Está bueno ver a las familias en la calle”, comenta Schajovitsch, que cuando entra el cronista acaba de terminar de comer algo en el bar de la entrevista, ubicado en Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini. Son casi las 20hs y viene de un día de reuniones. Sigue una charla introductoria que se extiende más de lo pensado y, eventualmente, se prende el grabador.
El canal propio como sueño y realidad
El cronista pregunta por los orígenes de AATECO, y Schajovitsch responde que para eso primero es necesario entender los comienzos de los canales de baja potencia. Así vuelve al año 1989, cuando militaba en el barrio (Schajovitsch viene de lo que en los ‘70s se conocía como el Peronismo de Base) y ponía en el aire los partidos de fútbol entre los vecinos de Fuerte Apache (Barrio Ejército de los Andes). Rememora que colgaban la antena de transmisión del mástil de la bandera de la escuela de la zona y así todo aquel vecino que pudiera sintonizarlos, podía ver el partido desde su casa. Después de esa experiencia, con dos socios (uno de los cuales persiste como tal hasta el día de hoy) decidieron poner un canal comercial y así nació el 25 de mayo de 1991 Canal 6 en Lomas de Zamora – años más tarde mudado a Avellaneda -. Schajovitsch era el Director de Noticias, de Programación “y el que vendía, porque es así. Si queres vender, tenés que ser el que está con la cámara en la calle”.
Al principio les fue bastante bien. “Me acuerdo cuando pusimos ‘La Historia sin Fin’. ¡Se armó un quilombo! Era un estreno, recién había llegado a los videoclubes y nosotros la pusimos en televisión. Nosotros pensamos que el videoclub al que se la alquilamos nos iba a cagar a patadas, pero no. ‘No’, me dijo, ‘¡no sabés la cantidad de gente que quiere ver esa película!’. Nosotros la dimos una vez, se ‘propagandizó’ que estaba en el aire y entonces todo el mundo quería ver esa película”. También transmitieron, con auspicio de la municipalidad de Lomas de Zamora, Yo te saludo, María – una película conflictiva en aquel momento por su temática religiosa -. La peculiaridad de esto último la dio que la transmisión se dio en un distrito que tenía como obispo a Desiderio Collino, “que bendecía a los tanques en la época de la dictadura”.
Por esa época había otros canales en Lanús, San Martín, Ramos Mejía, Vicente López, La Plata, Avellaneda y otros distritos, “había como setenta canales que habían surgido en esa época”, con distinto nivel de éxito y sobrevida. Así fue naciendo AATECO, impulsada por Ricardo Leguizamón, uno de los pioneros en la construcción de medios populares, alternativos y comunitarios. Leguizamón, eventualmente, tomaría otro camino y hoy es parte de Antena Negra, colectivo integrante de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA). AATECO fue el producto, a su vez, de patear mucho camino, de hablar con mucha gente, no se hizo de un día para el otro.
En aquellos años ‘90s, la ley imperante era la sancionada por la última dictadura militar, que en los hechos prohibía que las asociaciones cooperativas o comunitarias tuvieran acceso al aire. Eran tiempos del COMFER que, luego de varios cierres, optó por dejarlos hacer. “Se dieron cuenta que con cerrar los canales no hacían nada, porque al otro día estábamos en el aire de vuelta”
Con lo que los canales de baja potencia no pudieron competir fue con el cable y “con la crisis del 2001 desapareció todo. Quedaron muy pocos en el aire”. Resultado de ese movimiento de pinzas, de aquel movimiento creciente sólo quedaron 20 señales.
El cable, la Crisis y la Ley de Medios
En el 2007-2008 comenzó a crecer la figura de Gabriel Mariotto, que desde la función pública era uno de los promotores de una nueva Ley de Medios que reemplazara a la de la dictadura. Era algo perseguido por cientos de actores de diverso tamaño ligados a los medios, y que ya había tenido fracasos durante el gobierno de Raúl Alfonsín y más tarde durante la breve administración de Fernando De la Rúa. “Volvió a surgir el tema de la televisión local. En el medio, el cable se encargó de destruir a todos los canales. Se quedaron con la publicidad local, ¿viste? El gran desarrollo de la novedad del cable… y la guita, ¿me entendés? La gente pagaba el abono… Todo un respaldo, un poder sobre el municipio. A Manolo Quindimil lo apretaban como si fuera una gallina. Vos imaginate: Manolo Quindimil, un histórico del peronismo. Lo agarraron del cogote y le dijeron ‘¿Sabés cuántos intendentes como vos ponemos y sacamos todos los días?’”…
Cuando Schajovitsch cuenta lo último, el cronista le pregunta si puede poner eso… “Sí, sí, ponelo, porque a mi me lo atestiguó el tipo que estaba sentado al lado de él cuando lo agarraron los pibes de Cablevisión y le dijeron. Porque, ¿qué pasaba? Ellos querían la exclusividad en Lanús, en Lanús no podía entrar ningún otro cable. Y, durante muchos años, lo obtuvieron a partir de la cogoteada que le pegaron a Manolo”. La conclusión era que donde entraba Cablevisión, no podía entrar nadie más, ni cable ni nada. “Compraron a U$D 1000 dólares el abonado. O sea que a los muchachos que habían puesto el canal trucho de Lanús Videocable, que tenían 8 mil abonados, les dieron U$D 8 millones de dólares. Y al otro canal, que estaba bien, que era Telecable Lanús, tenía 14 mil abonados y le dieron U$D 14 millones de dólares”.
En ese ciclo que se inició en 2008, AATECO pasó por primera vez a tener personería jurídica y Schajovitsch y otros miembros de los “sobrevivientes” comenzaron a militar lo que se conoció como Los 21 puntos y que eventualmente terminaría por convertirse en la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual aprobada por el Congreso Nacional en 2009 (una lucha que llevaba casi treinta años de antigüedad y que había tenido intentos fallidos durante las presidencias de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa).
“La Ley de Medios es algo extraordinario que contempla todo”, dice Schajovitsch entusiasmado. No obstante, esa apreciación convive con que “la aplicación de la ley con respecto a los medios de baja potencia recién se está llevando adelante ahora y muy tímidamente. Ahora, este año. Recién salieron los concursos, los concursos son de difícil acceso para los canales de baja potencia. Las exigencias patrimoniales hacen que muchos ni siquiera se quieran acercar a leer los pliegos”. Schajovitsch ha solicitado permiso al AFSCA (AATECO es parte del Consejo ) para viajar por las provincias charlando con los distintos canales para estimular que se sumen y se presenten en los concursos, “pero es muy engorroso. La gente acá en Buenos Aires no entiende nada de lo que pasa en el interior, pero no lo que pasa en el interior Salta capital o en Corrientes capital, que pasan muchas cosas que acá no pasan. (No es eso), sino lo que pasa en el Impenetrable (Chaco) o en Orán (Salta)”. El origen, modo y función de los medios difiere en que “la gente compra un aparato, lo pone en el aire, compra una camarita y sale al aire y se quiere comunicar. Nada más. No me vengas con la AFIP, con el quilombo de tener que entrar en un concurso, porque están focalizados en que la gente necesita comunicarse y cada comunicador se pone a prueba o se propone a la sociedad a la que pertenece para ser su representante o altavoz… y es eso lo que tiene en la cabeza. (…) Comunicar no es hacer televisión Canal 13”. Los concursos, analiza Schajovitsch, se orientan equivocadamente en esta última dirección, “es una concepción muy institucionalizada desde Palermo”. Para Schajovitsch, la noción de industria es más amplia que la capacidad comercial o la calidad de un producto; es la capacidad de completar una grilla y tener la posibilidad de sostener día a día toda esa oferta.
Otra forma de pensar la industria
En su Canal 6, cuando por diferentes razones se dificultó la proyección de films (cuestiones de derechos, cooptación por los cables, etc) optaron por transmitir en vivo. Todos los días, ocho horas que empezaban con un magazine de noticias donde dos periodistas “de visiones absolutamente encontradas” recorrían los diarios de la jornada batallando sobre cada tópico y que llevaban a recibir 70 llamadas por hora por línea y las cinco líneas telefónicas saturadas, “la gente puteando a uno y a otro”. Los lunes, era el turno de Final de fiesta, un programa que recorría la movida cultural nocturna y under de Buenos Aires así como de curiosidades varias que se transmitía desde la calle en la avenida Pavón, que quedaba cortada por la cantidad de pública que se acercaba; “nos traían pizza, venía un payaso a hacer su número… ¿entendés? ¡Se cortaba la avenida Pavón! Un día nos vinieron a cagar a pedos los policías. No nos dio mucha plata, pero sí mucha alegría”. Schajovitsch sigue enumerando ejemplos de aquellas épocas. Hoy las cosas han cambiado, ya hay amigos que no están más, y la mayor parte de su energía se va en su rol gremial y en su rol empresarial.
Schajovitsch cuenta la historia de un profesor de secundaria que en el Impenetrable chaqueño, “que se jugó la familia, se jugó todo”; el del hombre que vive cerca de Monteros, en Tucumán que hacía 8 kilómetros en bicicleta para recibir materiales; el de Hector Pelado Gómez, de Resistencia, “que tiene un equipo todo pedorro y la gente le tira piedras por la calle porque no pudieron terminar de ver la película”; de Ernesto Rojas en Andalgalá – para quien se había podido conseguir una autorización provisorio -, rodeado por y reportando todo el conflicto minero. “Historias hermosas de gente que ha puesto muchísima plata, muchísimo entusiasmo, mucha alegría, para ser comunicador y poder comunicar a través de la televisión”
El problema, plantea el cronista, es que si el Estado provee es lógico que plantee la necesidad de requisitos formales. En todo caso, pregunta el molesto escriba, es si es posible hallar un punto de encuentro. “Yo soy el punto de encuentro. ‘Yo’, me refiero a la organización. (…) Lo que hace falta es una mediación, un facilitador, un grupo de gente que sepa qué es lo que quiere el Estado y qué es lo que puede el comunicador y qué calidad de comunicador es. Por eso, los de AFSCA de comunicación sabrán mucho, pero no saben nada de televisión, de audiovisual pero no de televisión. No saben mantener… ninguno agarró la valijita, como la agarré yo, y como la agarran todos los tipos, y salen a recorrer, a caminar, dale que dale, cuarenta cuadras de ida y de vuelta para vender una publicidad”. AATECO, como organización, es la única que está reconocida por el Estado como parte del Consejo Federal de Comunicación Audiovisual, “por eso tenemos autoridad desde el Estado y reconocimiento de que somos mediadores, somos capaces de llevar adelante esto. (…) Lo único que queremos es recorrer, ir a verlos, cuando sale un concurso ir a promocionar el concurso, traer nuevos inversores al sector, desarrollarlo como industria, que de mano de obra, que dispongan de algún crédito blando para poder comprar elementos, aconsejarlos sobre cuáles son los mejores equipos, la mejor manera de llegar a la gente, cómo empezar…”.
Incluso con una Ley que encuentra como muy positiva, la supervivencia del sector al que pertenece depende de una actividad permanente para que esa misma ley se cumpla todo lo que se pueda. No sólo los tiempos de la política se muestran lentos, sino que las trabas que desde hace seis años el multimedios Clarín ha conseguido imponer y que dilatan la adecuación suya y de otros grandes grupos empresarios producen un efecto derrame sobre el resto del entramado de medios. “Si se adecúa Cablevisión, sería el comienzo de una gran transformación cultural, siempre que esté la plata, que haya apoyo del Estado. No hace falta mucho, porque hasta ahora la gente vivió sin el Estado y puede seguir haciéndolo, pero la adecuación sería una gran ayuda porque haría que todos los canales que están legalizados salieran por cable – más allá de casos excepcionales, los canales de baja potencia no son incluidos en la grilla de los cables – y eso permitiría una expansión comercial y la posibilidad de sostenerse y generar un buen negocio”. Esta capacidad de sostenerse, a su vez, Schajovitsch explica que les permitiría a los canales ir adaptándose también a los cambios tecnológicos que ya están ocurriendo.
Hay algo que Schajovitsch enfatiza como si fuera un mantra a quien quiera escucharlo: “Todos los que producen contenidos se quejan de que no tienen pantalla. Nosotros tenemos 340 pantallas que están vacías, aguardando que le den aquellos contenidos que estaban esperando ser difundidos”.
Si se le pregunta por el media y el largo plazo, “lo que necesitamos a largo plazo es una ley que regule la pauta publicitaria privada. (…) Cuando vos consumís algo. No sé, mayonesa Fanacoa. Todo esto es publicidad. Eso lo estás pagando vos, como todo lo pagamos nosotros. Es justo que parte de ese dinero, que figura en los balances de las grandes empresas, cuando hacen la rendición del balance, en su declaración jurada tiene que aparecer lo que invirtieron en publicidad. Esa parte que invirtieron en publicidad deberían destinarlo a un ente – que no sé cual sería, sería parte de la ley – que pudiera redistribuir esa publicidad para fomentar nuevos medios de comunicación, nuevas tecnologías. Tiene que haber un gran apoyo en ese sentido y lo tiene que pagar el privado, porque es el que se va a beneficiar con eso, el que se beneficia con eso. (…) Tiene que haber más medios, porque los medios son la manera que la gente tiene de decir sus cosas”
Por momentos, Schajovitsch suena cansado.
¿Por qué seguir?
(Piensa unos segundos, no muchos) Es una pregunta que me hago muy seguido, porque en realidad pago yo las cosas. Acá AATECO no recibe dinero de nadie… (Vuelve a la pregunta) Porque soy cabeza dura, porque si me sacas esto me muero, porque es una vocación, ¿qué se yo? A veces sale algún negocio, pero no alcanza ni para vivir. En general, es porque uno quiere estar en este lugar. Es algo que construí yo y me siento bien. Es lo mismo que si vos te hacés tu casa, te sentás dentro y decís ‘¡Qué lindo este piso! ¡Mirá el sol como entra! Me acuerdo cuando lo planifiqué, que a la mañana tenía que entrar el sol por esa rendija’. Bueno, eso. Es vocación, no es otra cosa que vocación.
Foto: Diego Braude