
Los Años Luz Discos, el sello liderado por Javier Tenenbaum y Nani Monner Sans, nació al calor del final de la década del ‘90, con la llegada de la peor crisis económica en la historia de la Argentina y la transformación de la industria de la música en vistas del arribo oficial de la era dominada por Internet. Más de quince años después, sigue siendo un referente de un sector que continúa experimentando transformaciones profundas
Es una tarde tranquila en el barrio de Almagro. En una zona que se transformó en los últimos poco más de diez años por la llegada de decenas de teatros del off (o teatro independiente o el rótulo que se les quiera aplica a aquellos que no forman parte del circuito comercial de la calle Corrientes), en una casa vieja habita Los Años Luz Discos. Timbre y momentos después, Javier Tenenbaum abre la puerta.
Tenenbaum habla pausado e hilvana un concepto tras otro, relacionándolos con la historia. Tiene una visión crítica que a veces lo puede hacer pasar por pesimista, le gusta hacer chocar las ideas, contrastarlas. Su primera frase, “industria y arte serían como un oxímoron, una contradicción en sí misma”.
“Yo siempre trabajé con música y de diferentes lados del mostrador”, dice Tenenbaum y recuerda que “en el momento en que aparece LAD yo tenía una disquería. La disquería primero estaba en una galería que se llamaba El Atril, una galería en Corrientes y Uruguay, adentro de la galería. Una especie de cueva bastante típica en aquella época. Después armé lo que fue la disquería de Ghandi”. La librería Ghandi, fundada por Elvio Vitali – quien luego sería el primer director de la Biblioteca Nacional durante el gobierno de Néstor Kirchner -, fue un símbolo cultural en los ‘90s. Hace unos años, Vitali vendió la librería, que se mudó una cuadra y luego cerró. En el enorme espacio que alguna vez habitó, hoy se encuentra otra librería, Losada.
Para Tenenbaum, Ghandi “tenía un sustento casi romántico para mí” y fue algo de ese espíritu la razón por la cual ubicó su disquería ahí. “Melómano y músico desde muy chiquito”, siempre gustó de compartir la música de su preferencia con otros y “estaba preocupado por la frivolización del consumo de música”.
Los primeros músicos de Los Años Luz Discos fueron Fernando Samalea, Axel Kryger, Liliana Felipe y Kevin Johansen, Lerner-Moguilevsky. El primer disco fue festejado y 16 años después esa impronta se mantiene. Hace poco terminó un trabajo con el músico uruguayo Martín Buscaglia y le prometió regalarle un vinilo de su colección – Durazno Sangrando, de Invisible, la banda de los ‘70s liderada por Luis Spinetta -.
Lo único constante es el cambio
Al tiempo que nacía Los Años Luz y ya ganaba prestigio, “vale decir que fue el comienzo de la decadencia” del sistema. En simultáneo, el aprendizaje se hacía andando, probando, pagando su derecho de piso en un ambiente duro. Con los años, “uno se va profesionalizando. No es un rubro interesante en su composición humana. Nadie te enseña nada”. Por esto último, Tenenbaum dice que le gusta transmitir lo que fue aprendiendo todos estos años y de hecho participa o ha participado de programas de asesoría o formación en distintos puntos del país.
A Tenenbaum no le gusta el mote de sello boutique que le pusieron alguna vez a LAD, “pero algo de cierto tiene”. Conocen a mucho de su público – “me parece importante saber más o menos quién es que consume lo que vos generás” -, y dice que lo lindo es cuando un músico despega y entonces en sus recitales ya no conocen la mayoría de las caras.
La crisis del 2001 los afectó, pero “no en el sentido de quebrar, porque no teníamos lo que quebrar, básicamente”. En diciembre de 2001, su socia Nani Monner Sans estaba en Europa por el casamiento de una prima. Cuando estalló todo, Tenenbaum le dijo que se quedara un tiempo más para ver si se les ocurría cómo aprovechar la oportunidad de su estadía. Así fue que comenzaron a editar discos en Barcelona y a organizar giras por el Viejo Continente; “ese año vivimos un poco de las licencias que grabamos, cosa que hoy ya no sería posible”. Un par de años después se sumaba el éxito de Kevin Johansen y el consecuente interés de Sony, que significó una importante entrada por regalías y representó para el sello otra posibilidad de pegar un salto.
Una década más tarde, Tenenbaum – que también es miembro de Capif (Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas) – ve un panorama más oscuro o, en todo caso, menos claro. El avance de Internet en todos los ámbitos hace que haya “como una especie de engaño en que caemos muy fácilmente todos y es esto de pensar que Internet todo lo democratiza y que la facilidad tecnológica todo lo democratiza, y que entonces ya está, no hace falta más nada porque es así. Para mí, ese es un error gravísimo”. Muestra de que hablar de una democracia instituida es apresurado es que “hoy, el fonograma genera mucho más dinero de lo que generó nunca. Pero, sin embargo, quienes la producimos no la vemos ni cuadrada. (…) Se la llevan los grandes medios de comunicación, los dueños de Internet, de YouTube, que tampoco sabés quiénes son”. Asimismo, con herramientas que facilitan la autoproducción, en el presente, “discográficas casi casi como que no aparecen. Lo que aparecen son colectivos de chicos acá y del interior. Clase media alta, inquietos”.
En medio del mar revuelto, “Los Años Luz se sostiene solo, se va como regenerando. Lo que no nos sostenemos con Los Años Luz son los socios de Los Años Luz”. Derivados del sello, kioscos varios, charlas o trabajos para gestiones culturales públicas hacen a esa sustentabilidad más allá de la producción de discos. Entre ellos, se encuentra una asesoría para emprendedores que está realizando en Jujuy como parte del programa Jujuy Suena, de la Secretaría de Cultura de la provincia.
Tradición, diversidad, libertad
Un último éxito fue el disco del histórico músico misionero Ramón Ayala (que continúa subiendo a los escenarios ya cerca de los noventa años y cuyas letras han sido interpretados por artistas ya de varias décadas distintas), y su mención lleva a otros temas. “Se puso en valor un tipo que, la verdad, es un increíble – resalta Tenenbaum -. Ramón es un Atahualpa, un Dardo Palorma, un Dávalos, un artista de esos Aleph”.
Hablar de Ayala lo lleva a insistir con una idea que vuelve varias veces en la entrevista, la de recuperar la tradición musical. “No concibo ni conozco nada moderno que me interese y que para mí tenga valor que no tenga base en la tradición. No existe. Aun para romperlo, tenés que tenerlo”. De hecho, Tenenbaum está haciendo para el Ministerio de Cultura una recopilación de música andina del ‘30 y del ‘40 y eso lo vincula con investigadores de las provincias que vienen realizando una labor de hormiga en esa dirección, como alguna vez hizo por estos pagos Atahualpa Yupanqui.
Volver sobre la tradición “no se trata de volver atrás, se trata de hacer otra cosa”. Internet, piensa, es una gran herramienta, pero también permite que el mercado se fagocite las diferencias y las miradas alternativas. Tenenbaum remarca en varias ocasiones la necesidad de dar formación al consumidor, darle elementos al público para que pueda elegir a conciencia en lugar de quedar a merced del poder del marketing. “Yo creo que el único anticuerpo real para esto está en la diversidad”, una diversidad donde el Estado tiene una responsabilidad, así como un sello como Los Años Luz Discos pueden jugar un rol relevante.
Foto: Diego Braude
2 COMENTARIOS DE LECTORES
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